Duende de Cuba

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Un duende es pequeño, pero ve las cosas desde otra perspectiva…

El primer corazón que vi


El primer corazón que viEl primer corazón humano que vi -en vivo y directo- desmintió las teorías incorporadas por el imaginario popular y la semiótica, de ser específicamente algo así.

Me costó voltear el rostro y ver el pecho abierto de aquel anciano de ochenta y tres años que yacía en la camilla acoplado. Esperé que el bisturí terminara su trabajo y sólo entonces comencé a observar el proceder de los dos cardiólogos.

Segundo Sánchez,  parecía ecuánime, seguro de que volvería andar por los campos de su natal Cruces y recibir de nuevo el cariño de sus nietos. Pensé, desde la esquina del quirófano donde permanecía escurridiza, que sería esa la principal inspiración para que aquel campesino de ojos y manos deterioradas decidiera exponerse a una riesgosa intervención quirúrgica.

Un bloqueo auriculoventricular de tercer grado en su corazón, motivó a los especialistas que lo asisten en el  Hospital General Dr. Gustavo Aldereguía Lima, a sugerirle el implante de un marcapaso bicameral, para propiciarle así una mejor calidad de vida.

Su respuesta afirmativa propició que un mes después estuviera todo listo para reanimarle sus latidos. Y ahí estaba nuestro equipo de prensa del canal local de TV, ilustrando como cada año cerca de ochenta cienfuegueros son beneficiados con  esta técnica, cuyo índice de implantación se ha mantenido estable desde los últimos años.

Bastarían algunas tomas para referir a los televidentes seguidores de Perlavisión, la insistencia de los médicos cubanos  por extender a toda costa la esperanza de vida de los pacientes. Sin embargo preferí conocer el resultado de la operación. Tenía muchos deseos de entrevistar a aquel señor que con total lucidez y una mirada determinante había permanecido hasta el momento -cerca de dos horas-.(Aunque con transparencia quería ver, comparar, conocer cómo era un corazón humano, y en este caso de más de ochooo décadas)

Ya había conocido por explicación del  Dr. Armel Hernández, al frente del salón, que de 45 a 70 años oscila la edad de los pacientes que requieren, con mayor frecuencia, de estos aparatos electrónicos generadores de impulso, y cuya vida útil supera los cinco años.

“El primer implante se realizó en el territorio en 1980. Desde entonces se han preparado un grupo de especialistas de la Unidad de Cuidados al Corazón para incrementar el servicio y garantizar los resultados. Hasta el momento los índices de sepsis son bajos”, refirió además el joven doctor.

“Este dispositivo es muy caro, además de todo el equipamiento que se emplea para implantarlo y en Cuba se hace de forma gratuita. Nos queda la satisfacción de que los  pacientes se insertan nuevamente a la sociedad y hasta los adultos mayores pueden realizar sus actividades comunes”, agregó el Dr. Lázaro Enrique de la Cruz, también integrado al team de aquella mañana.

Con una constancia y paciencia extraordinaria los doctores Armell y Lázaro lograron que el ritmo y la frecuencia adecuada volvieran a señalarse en uno de los monitores del salón. Sólo una pequeña marca le recordará a Segundo que recibe estímulos electrónicos.

En realidad sólo pude observar a través de una pantalla digital todo el proceder y la forma del órgano que deseaba apreciar, ese que siempre asociamos con sentimientos, angustias, placeres.

Las imágenes me conmovieron, y de pronto sólo me venía  la mente el valor de aquel hombre dispuesto a que su corazón latiera a como diera lugar, tan sólo para acompañar a los suyos unos años más.

“Me siento muy bien, deseo volver a casa, para que mis hijos me cuiden. Los doctores fueron muy amables todo el tiempo y eso me dio confianza”, comentó muy sereno Segundo Sánchez unos minutos después de terminada la intervención.

Al salir se me acercó Rolando Sánchez para preguntarme como se encontraba su padre. Sin pensarlo le respondí: muy bien, su corazón late cómo debe”, y sonreí.

PD: Llegué aquel día al hospital luego de un recorrido insoportable en guagua desde mi barrio, sólo tenía tres horas para el reportaje porque debía devolver la cámara al canal, y eso me estresaba, estaba furiosa por miles de inconvenientes que a diario amargan mi cotidianidad, pero vasto conocer la historia de aquel anciano – que sabrá Dios cuánto habrá padecido- y seguía apostando por la vida. Su suerte??, contar con un grupo de personas y recursos puestos a su disposición para complacerlo. Ahora cuando no me agrada algo del sistema nacional de Salud Pública pienso en esa mañana. (aunque algunas veces me debato en el dilema de la grandeza de nuestro sistema social y los repetidos pequeños errores que lo lastiman).

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